Las llantas no deben presentar abolladuras ni grietas que mermen la seguridad de los ocupantes del vehículo después de una colisión. Las llantas vienen supervisadas y sometidas a numerosas pruebas de impacto cuando salen a mercado, pero tras un impacto fuerte es necesario realizar una revisión para valorar el estado de la misma, y cambiarla o restarurarla adecuadamente según su estado.
En el momento de llegar el vehículo al taller después del accidente, los profesionales inspeccionan y evaluan inicialmente los posibles daños visuales, como pueden ser las grietas, abolladuras, rasguños, daños radiales y laterales, daños en el flanco, talón y hombro del vehículo.
Una vez que se realiza esta labor de análisis, si son daños simplemente superficiales se procederá a la reparación de la llanta. En este caso la llanta se somete a un trabajo de lijado, arreglo de deterioros leves y sustitución de pintura.
Y en los casos en que los daños son tan graves que la reparación no nos da garantías de que el vehículos reunirá las condiciones de seguridad exigidas por la normativa, entonces será cuando tendremos que reemplazar las llantas.
No evalues tu la situación y acude a un taller de reparación donde un profesional pueda ayudarte a decidir sin riesgo cual es la mejor opción.
Cuando el técnico del taller considere que el deterioro de la llanta merma la seguridad del vehículo y sus ocupantes, tienen que cambiarse las llantas.